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miércoles, 27 de octubre de 2010

Sin amor, tiempo ni cólera III

Después del regular vagabundeo del día dieron las 4:35, con algo de apuro se dirigió al habitual sitio de encuentro, acomodo su transporte con cuidado y se sentó con la paciencia que forjaron años de indiferencia. Todo había transcurrido como de costumbre, pero esta vez el Peugeot 306 no llegó a la hora indicada a al portón de madera, y aunque al principio no se alteró, su cabeza empezó a jugarle bromas cuando tampoco apareció al día siguiente, ni al siguiente después de ese. Desesperado por el repentino cambio en su rutina, Alejandro se acercó al tercer día de ausencia hacia la puerta, el guardia, lo miró con una cara de pocos amigos y le dijo que ya no tenía nada que hacer ahí, aturdido por el repentino ataque, puesto que durante años habían forjado un contrato tácito que consistía en que mientras Alejandro no creara problemas el guardia le permitiría asistir a su ritual diario, preguntó que pasaba con Marisol y con más odio que sorpresa se enteró que había muerto esa mañana, después de dos días de encontrarse grave.
El camino hacia el cementerio fue largo y confuso, toda la vida se repetía frente a sus ojos, incapaz de comprender que era lo que pasaba, la cuidad se sumió en un profundo luto, el sol se escondió y la niebla escondió a los ciudadanos que increíblemente continuaban su camino, aún cuando Marisol ya no estaba entre ellos. Al llegar al cementerio la tumba ya no era resguardada por nadie, coronada por cientos de rosas, una reproducción de Marisol en mármol llenaba el escenario de un aire divino, al tiempo que una lapida, también de mármol rezaba para la eternidad: Marisol Mercier, Amada Esposa y Madre. El epitafio hizo que le creciera la rabia por dentro ¿Quienes se creían ellos para saber que era el amor? ¿Creían en verdad haber amado a Marisol? ¿No se habían dado cuenta de que nadie podría expresar palabras tan sublimes hacia ella sin haber sufrido lo que él? El llanto le colmo el alma, años y años de espera se consumaron en un momento, las palabras que el tiempo le había disuelto con odio salieron poco a poco, en forma de lágrimas de amor, de lágrimas de rencor, lágrimas de locura.
La mañana siguiente, despertó junto a la tumba de su amada Marisol , era la primera noche que pasaban juntos en años, pero ya no importaba, el amor eterno se había convertido en un corriente charco de lagrimas y tierra que ahora se confundían con el rocío, toda su vida se perdía ahora con un cadáver putrefacto, todo su amor ahora no era más que una caja con restos muertos, igual que su vida, él no era más que otra caja de miembros inertes, ni siquiera había tenido la determinación para que al amor se lo llevara a él también, ahora solo le quedaba levantarse, conseguir algo de vodka y mendigar.

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